Pasás casi flotando entre una enajenada multitud de figuritas de cartón mal pintadas. Me acomodo, espero que el desfile llegue a mi punto x de espera. Justo un rayo se cae sobre tus hombros lechosos. Un escalofrío originado por un comentario de rugbiers dos grupos a mi izquierda me desnivelan, y casi como un gordini destartalado me acerco, descompuesto. Estiro un par de músculos de la cara señal de un intento de sonrisa que no sale, que se niega a salir, y con un jopo mal engominado apunto a tus ojos, casi entre la delicadeza de una nariz tobogánica por la que se deslizan inmediatamente las únicas dos frases que me enseñaron con risitas nerviosas para estos casos:
a) Qué linda que sos
b) Querés bailar?
Casi estás a un metro de distancia, estiro unos dedos temblorosos para acariciar un rulo al viento. Patético. Me retiro fantasmal e ignorado a un vaso tibio de cerveza.
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