Comencé a interesarme por Beatriz cuando la vi con su musculosa arcoirisada, hablándome en dialecto y sonriendo en la caída de los predicados.
Descubrí que su boca era una bendición, cuando fumaba se expandía por la habitación como una esponja.
Vi que su pelo oscuro no era llamativo hasta que tapaba su lunar. Supe que su corazón era de hierro y que cuando escuchábamos su música nos enamorábamos en silencio, mientras se hacía de día y esperábamos irnos a dormir. Supe que esa era la razón por la que perdería mi tiempo tratando de cazar una bandada de pájaros para empaquetarlos y dejarlos en su puerta. Era la razón por la que viajaría a otra ciudad. Era la razón por la que le compraría flores, sólo porque era demasiado buena para mí.

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