Mañana del sábado ya ni me acuerdo.

Las 10:49, la mañana del sábado ya ni me acuerdo vuela a bordo de un tren vaporoso. Espero arremangado los rayos de sol que desprenden mis pestañas, abren de a poco mis párpados y me permiten, oh Dios de los Sábados, seguir trabajando.

Anoche fueron miles de sueños, nuevamente, en porciones separadas por una fina capa de desvelo que me encontraba primero escuchando música loopeando en la computadora; luego, mensajes en un msn mal cerrado.

Todos los sueños revolotean en la habitación viciada, pero al abrir la ventana me aseguro de muchas cosas. Entre ellas, me aseguro que otro viernes huyó para no regresar, y la idea clara de que los cambios en mi mente se producen, pero con una lentitud apenas apreciable.

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