Jardines imaginarios se tejen en tu frente, en forma de corona. Espero la ola creciendo bajo mis pies y sobre mis pies, pero más lejos. Viernes de lluvia torrencial sobre la espalda desnuda.

Los huesos brillan con el agua, desparramados en el patio. ¿Quién se queja a estas horas, es el lamento de qué ser andrajoso? Alguien que ahoga en una almohada un alarido, alguien que grita y las paredes tiemblan y el mundo se silencia, y eco sordo golpea como una marea gigante las paredes, y la luz se extingue por completo.

Sólo quedamos el viernes, la ola colosal que no se decide a caer, su cresta hirviendo, y yo, abrazado a mí mismo, congelado en el monitor.

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