Patio

Tuve una imagen despeinada de lo que podía ser mi vida, al cabo de un rato. Siempre ocurre que los pasajes por los que no transitamos ofrecen alternativas interesantes al momento de querer algo distinto de la rutina.

Me abalancé. Una piecita de paredes azules que contenía a un puñado de locos, pequeñas ratas de laboratorio acostumbradas a alimentarse de pastillas de colores. Cada uno en su mundo, en su pasillo, en su ventana, en sus márgenes.

Cada continente personal era dibujo en la mente de cada uno de ellos. No existía el mismo "tierra a la vista" para el que rengueaba en el rincón que para la señora que arrastra(ba) la silla de jardín de infantes. Para algunos, de hecho, no existía siquiera un tierra a la vista.

¿Y para mí? Paredes despintadas, el mundo afuera quería desbordarse, las calles se derretían con el sol y todas las figuras arcillosas comenzaban a desdibujarse. Estuve pensando en prosa todo el tiempo, estuve mirando como si escribiera. Tuve al alcance de la mano a todos ellos: puñado de cáscaras de seres, apenas migajas devoradas por ellos mismos, inofensivas serpientes que a falta de algo mejor, comenzaban a devorar su cola y proseguían, sin remedio, hasta ser estatuas en el patio del Hospital, o tal vez ni siquiera estatuas, más bien columnas o bloques de cemento con algunas facciones angulosas y recuerdos perpetuos congelados en ojos de mármol.

Mis manos temblaban, mi sonrisa se sacudía y se agrietaba. Los enfermos seguían loopeados en el patio, los enfermeros caminando de una oficina a la otra.

El patio, ese tablero de ajedrez de piezas qué sólo sabían dirigirse hacia un lugar, de una sola forma, como en coreografía. ¿Piezas manejadas por qué mano? Robots casi. Químicos estallando en sus músculos. Miradas de reojo, debajo de las cejas. Pasos inseguros, como si todo el tiempo la ciudad fuera un constante temblor.

Y algo de verdad en eso había, y algo de verdad en eso hay: ruido visual, auditivo, todo el tiempo. Contaminación y confusión de sensaciones. El hogar es el refugio al que todos huyen cuando terminan su trabajo, y ahí estaba yo, parado, uno más (sólo por un segundo, que durará para siempre)de todos esos recuerdos de personas, de esos sonámbulos del día.

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