Sueños de hoy

Soñé con la frase que dejaría a todos con la boca abierta, la mirada perdida, los ojos vidriosos. Pero no la recuerdo.

Soñé también con una libreta de tapas azul, hojas amarillentas con finas líneas azules donde se recitaban poemas de no más de tres oraciones. Tampoco los recuerdo.

Soñé con una escalera que conducía a una habitación: esa habitación era el pasado, era mi infancia, todos los recuerdos de mi infancia adheridos a la pared y al piso y techo, una especie de ingravidez.

Soñé que hacíamos el amor en el espacio a bordo de una nave, con la incomodidad que supone la falta de gravedad para sostener los cuerpos, para tomar envión, para dejarse tiritar en un rincón de sábanas.

Soñé con mi perro Frodo esperando mi llegada en una media tarde otoñal de pastos dorados y veredas naranjas, árboles amarillos y calles en blanco y negro.

Soñé con fantasmas que tocaban mis manos apenas, fantasmas que se reunían en una colina y mediante un ritual incendiaban la luna, alta en el cielo despejado.

Y claro, me desperté tarde y desatiné con el horario laboral.

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