El frío polar

Parado, en la esquina de Montevideo y San Martín, veo una pareja sentada detrás del marco de madera de una ventana transitada más temprano, una escena propia de Edinburgo o algún lugar similar de esos que no conozco pero que supongo misteriosamente parecidos: Copenague, Oxford, Viena. Él frente a un café expreso, agitando un sobre de azúcar y vaticinando algún comentario feliz sobre su ascenso en el trabajo, de que ahora no tendrá que soportar más al insufrible Fernando Tejada en administración y que llegadas la una de la tarde estará sentado en una mesa frente a la cocina disfrutando una vianda junto a los que usan traje. Ella mira y revuelve su submarino, como si entre los remolinos de chocolate de utilería se hubiera caido su último pensamiento acerca del aburrimiento de los lunes en la noche junto a ese hombre que no la sorprendía más que con un DVD de algun clásico del cine que compartían, cuando Jorge no se quedaba dormido durante los títulos, y que ella sabía disfrutar con ojo fotográfico y astucia cinéfila, para después morderse entre dientes la reseña minuciosa ante un soso y consentido linda peli mientras juega a las miradas y los aromas con el tipo que habla por teléfono un par de metros frente a ella, durante el inacabable monólogo sobre la excelencia laboral que tan poco le interesa a una bohemia artista (fracasada?) ex estudiante de medicina.

De pie e inmóvil pienso que eso es sólo una colmena, que sus ojos son verdes y son distintos, que la combinación cartera/medias la pinta un poco frívola, que el celular del tipo parece último modelo y parece que está feliz, que mi frente está curiosamente contraída, que ella se muestra desanimada e inquieta, que sólo mis nudillos están fríos, que en algún lugar cerca de ahí hay alguien solo en un restaurante, o muchos y que a mi madre le transmite tristeza un comensal solitario en una parrilla una noche de sábado, que tal vez podría tener la cara de él.
No es más que un efímero frío polar, una noche, en una calle, sobre mi gorro de lana. Algo que iba a pasar totalmente desapercibido hasta que lo escriba y lo relea. Algo, de seguro, insignificante para usted, lector.
 

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