Cada célula va a parar al piso. Miro la lluvia torrencial en la ventana. Un rayo partió la ciudad en dos. De las profundidades de la tierra me llegan ecos, voces, muertos, fantasmas. El ventanal tiembla, la tormenta embiste, mis ojos te buscan, mis ojos te extrañan, mis ojos tienen memoria infinita y selectiva.

El agua, los autos, la gente, o el espacio vacío que antes estaba ocupado por personas, como restitos de células que quedaron flotando por ahí, algún vapor, una moneda, un zapato, un billete sucio, harapiento.

Mis ojos te esperan en la próxima esquina. Luego en la próxima, en la que sigue. Mis ojos rastrean, olfatean. La ciudad ruge, chilla.

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