Cosas que pasan. Cosas que nunca más.

Siempre pensamos que lo que nosotros damos está desproporcionado con lo que recibimos. A ver, a ciertas personas que merecen poco, les he dado mucho, a personas que merecen mucho, les doy poco.

Eso es de conocimiento individual, todos pensamos que estamos en falta con algunos y que estamos rebosados de generosidad hacia otros.

Pero ayer pasaron muchas cosas que me dejaron con la siguiente pregunta:

¿Es capaz escapar a esa imbecilidad? Digo, la culpa en ese aspecto, cegarnos sabiendo que estamos mirando para otro lado, dando y recibiendo en forma desproporcionada, otorgando (¿gastando?) energías en gente que tal vez vale menos que otros que están hace un buen rato caminando por acá.

Digamos, pensé que tal vez sea hora de dejar de mirar un poco para adelante y también mirar para atrás, a aquellos fantasmas (vivos o muertos) de los que me siguen incondicionalmente, de los que me ayudan cuando soy un espejo roto contra las baldosas, de los que siempre siempre siempre están ahí, parados, en el umbral de mi locura, y me agarran y me llevan de vuelta camino a casa.

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