Su boca es intocable. Su pelo excede su espacio en aroma-color. Sus manos fueron hechas a imagen y semejanza de Dios. Su cintura está oculta bajo una capa de lana-alma. Su cuello debería estar desviando la brisa, al atardecer, frente al mar, en Niza o en Avignon, sobre mi hombro desnutrido.
 
Yo debería estar en Lyon, con mi abrigo-madriguera y un atado de Gaulloises en la mano.

Sobre...