Bien, el motivo tal vez sea que escribo para sacar todo, para vaciarme, para abrir esa válvula alojada en el pecho, esa que me oprime constantemente, esa válvula que hincha mi pecho, que inflama mi corazón, y que quita el aire de mis pulmones.

Por eso debo desquitarme, para que el tiempo y las palabras desagoten esta pileta donde nadan mis ideas, mis pensamientos, mis sentimientos. Por eso escribo cosas, porque sé que no hay nada más, nada que necesite más que descargarme, que abrir la escotilla y enviar lejos todas las ideas, transformarlas, mezclarlas con la realidad, porque de eso se trata. La irrealidad que vive en la cabeza tomando senderos que conducen a la realidad que nace y que habita y se reproduce y muere en el mundo exterior, ese por donde muchas (tan pocas) veces nos vemos, por donde solemos cruzarnos.

También escribo esto, y te lo envío, para construir puentes entre tu mundo real y mi mundo imaginario, para que puedan cruzar entre nosotros un par de sensaciones, un par de palabras, y un par de silencios. Por eso trazo ideas como rutas, para tratar de atraerte y verte pasear y recorrer mis ideas, mis palabras. Porque lo único que necesito es saber que estás en algún lugar en el huerto de mis pensamientos, recolectando algún fruto que sea de tu gusto. Necesito estar tranquilo dentro de mi casa pero tener la alegría de saber que paseás por mis laberintos, por mis jardines de sueños e ideas, que disfrutás jugando con las ideas sueltas, con las metáforas que vuelan cerca tuyo, con los puntos y las comas, con las oraciones que contruyen tramas en el suelo, con las nubes rodando por el cielo, con las pequeñas historias alojadas debajo de cada piedra.

Porque desde la ventana de mi habitación te observo entre los jardines, observo los pequeños paréntesis de tu rostro, observo tu pelo flotando, observo tus manos rozando suavemente la hierba que crece junto con mis ideas, junto con mi alegría.

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