Ayer vi las montañas, después de tres años.
Estaban escondidas detrás de la estupidez-marmota cotidiana.
Ocultaban, codificada en su textura, la más satírica verdad acerca de mi historia.
Una historia tan inconstante que se convirtió en secreto por costumbre durante estos años.
Un destino incierto y premeditado que sigue descubriendo sus puntas a la luz de los astros.
 
Ahi estaba, en la punta de un cerro, la chispa que encendió este maremoto. La primera chispa maravillosa de mi vida, convertida en arrogante espectáculo de fuegos de artificio gracias a tu incondicional pólvora. Brillando como tu voz saliendo del pecho en aquella mañana de sábado, sobre una manta, sobre el césped.

Sobre...