Caminé hasta el kiosco de enfrente, busco la verdad en lugares insólitos. En una Tita hubo verdad o un pedazo de realidad. Una cosa tan insignificante. Una galleta bañada en chocolate, significante, ancla de viaje. Mi abuelo, mis 8, la chica, la vista al río desde el piso 14. Mi abuelo con la aspiradora, pasando por todos lados, pidiéndome que levante los pies y en eso, le saca el adaptador al tubo y empieza a aspirarme el pupo mientras me toma de los brazos y me hace cosquillas y se ríe porque la situación le da mucho más que risa y, nosotros, nos reímos cuando las cosas son más que graciosas y lloramos cuando las cosas son más que tristes, cuando la verdad se nos despega de los alveolos pulmonares y se nos pone en la frente con fuerza. La chica, con la Tita, de imprevisto, un martes o que se yo, toca timbre y dice algo de unas papas o no se que, porque no la escuché, estaba tratando de pensar mientras se me movía un hurón en el páncreas, mientras la muchachada me miraba con intriga, más intriga que la mía. Entonces pasa, los mates y la charla trivial, hay que hablar de algo. El chiste y los furcios de siempre, el comienzo, el cambio, el momento en que alguien cambió por el resto de la historia del universo la historia del universo. El universo que hoy es mío. El universo que es la tita, que es el kiosco, el kiosquero, la señora que pide un suelto y el tipo le da un L&M y no le importa nada porque lo que importa es el pucho y el café. Como la Tita que una vez tuvo el mate cocido de mi abuelo, que una vez fue el premio a no se que, la recompensa, la perdición. Que otra vez fue una plaza. Es una galleta cubierta con chocolate, una de millones que viajan por el mundo. Una de tantas que alguien come: ahora hay 121 niños manchandose con una Tita, 5 adultos regalándole una a un niño, cinco novias regalándole una a su novio y tres kioskeros sacándolas del mostrador porque están vencidas. Nunca encontré la verdad. Me conformo que la verdad es lo que yo amo y todo aquello que me lleva al amora. La Tita unió todo eso. El Sr. Terrabusi no lo sabe, es solo nicho de mercado. Es más que eso.
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