Morir tejiéndote un colchón y no estar ahí cuando caigas.
Y no dejar de tejer cuando no usás mi colchón.
Vivir en Nebraska o en Calcuta cuando quieras vivir ahí.
Atravesarlo todo para sostenerte una bolsa de aire y luego salir corriendo.
Decir tu nombre con banderas y malabares.
Ser tu trampolín y quebrarme en tu salto.
Ser tu piscina y secarme para que te seques.
Viajar a Andrómeda en las noches, cuando dormís, para guardar un poco de polvo de estrellas en una cajita y volver antes de que despiertes.
Darte una ruta aérea por mi territorio y una salida de emergencia de mi turbulencia.
Mover los hilos en tu escenario para darte el papel protagónico.
Llorar bajo las sábanas sin que se mojen tus piernas.
Hervir un lago y que llueva para prepararte café y tomar el café de tus labios.
Hablarte en alemán mientras invaden Polonia.

Un matafuegos descartable en Puerto Blest.

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