Stop. Walk

Un desperdicio en el asfalto. Debió ser ALGO más. Restos que mañana, pasado, serán costras en las orillas, entre rasguños de cemento y baldosas.

Las tejas de los edificios se doraron ida y vuelta, el sol giró, o eso le pareció a algunos, y el cuerpo ya inmovilizado, el calor de los caños de escape, las bocinas que pronto entendieron (cosa que no suele ocurrir) que el asunto en cuestión escapaba a los sordos quejidos vehiculares, y que cada nudo de la vida en esta ciudad se armaba con miles de millones de nudos compartidos, y los ahogados chillidos del claxon poco podían hacer para desatar semejante trama de irrealidad.

Justo recuerdo haber mirado mis zapatos. Y es así, porque mis cordones estaban desatados, y tardé unos minutos en terminar de dibujar mentalmente las hilachas del cordón marrón que se arrastraba desmembrado.

Algo desmembrado, AHÍ, en el calor del hormigón, ya era incapaz de arrastrarse por sus medios, igualito a este cordón, pensé, y por momentos sentí el sol no en la cara, sino en el pecho, un sol que era mil lanzas atravesando el pecho un poco por el costado y muriendo en el tibio infierno de mi sombra sepulcral acostada en la vereda.

La esquina, un atado de energúmenos que observaban tiesos el accidente, pedazos de plástico desparramados en fila, y venir a pensar en Hansel y Gretel justo ahora, y los gijarros en el piso como camino para volver a casa, y esa moto desmantelada ahí, un caminito de trozos y trizas, y más de uno quiso tratar de fijarse si estabas viva todavía.

Pero se sabe, al amanecer todo se sabe, que esos óleos de tu cuerpo desparramado no son sinónimo de vida en este lado del mundo, a estas alturas de la película. Traté de acercarme, unos niños me empujaron. Uno de ellos sería obeso. La gente murmuraba dos o tres oraciones unimembres que de a poco comenzaban a aclarar con los matices del sol sobre las tejas, y la propiedad intelectual y la reproducción fidedigna de la obra en sí peligraba, como peligraban todos por este lado, como peligraste vos hasta que tu cuerpo no fue más cuerpo, un estuche vacío, hasta que ya no había de qué peligrar, hasta que la ambulancia huyó, sin quejarse mucho, sin acelerar en la ruta, total, ya era tarde y temprano a la vez.

Una especie de mariposa escarlata quedó marcada en la acera. Una de las antenas se alargaba a través de un desnivel. Hubiera imaginado (tendría que haberlo hecho) que esa mariposa volaba, gelatinosa, hacia el cielo, y ese sí era un final digno de tu vida. Pero no, nada de eso.

Cemento. Ciudad. Circulación. Stop. Walk.
No te conocí y sin embargo te extraño más que al mar.

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