Otra vez las 5:46. El día me dejó con esa sensación de dolor en el pecho que ya es sumamente familiar. Describí con la mirada la parábola de una hojita que se posó en mis pies fríos, de ojotas azules en temperatura otoñal. Por qué siempre me siento tan solo, mi hermano camina al lado mío y dice cosas y yo no contesto, pero se sabe que ambos coincidimos en eso mismo. Una relación particular.

Alguien mira unos envases de cerveza vacíos en un rincón, alguien que trata de robar algo, un restito. Esta tarde le retruqué al sol con un brillo opaco, mediocre, y esta noche todo es carbón y rayitas o pelotitas con tiza blanca y celeste, celeste y blanca allá arriba.

Mis pies tienen tanto frío por calle Las Heras. Esas baldosas flojas que te mojan el borde de los pantalones, y yo que me desamparo en cada esquina, que tropiezo cada dos cuadras y que miro el cielo cada cuatro pasos. La vida es a veces un escenario donde pésimos actores tratan de ganarse el estelar,y donde cada uno, en especial yo,trata de buscarle un sentido a esto.

Hoy siento que te necesito y no estás, para nada. Toda la vida va a ser así? Todos los parámetros de felicidad deben ser analizados? Existen tales parámetros? Me muero rápido, como si alguien hubiera tirado de la cadena de mi vida.

No puedo evitar mirarlo a los ojos y ver sus lágrimas. Me dice que: todo está bien, que todo te importe tres carajos. Ojalá. Te amo y no te tengo. Quiero morir acá, en este costado, de esta forma. Mi cuerpo es un muestrario de harapos, nadie puede entender lo que trato de decir. Sin embargo. . .

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