Después de los escasos fuegos artificiales de fin de año se encontró solo en su cama, mirando el techo por horas, tratando de convertir el amor/ira en fuerza/verguenza. Su habitación, ya su casa, convertíase en una caverna de un ermitaño, que tenía todo y ahora no tiene nada.
Como buen ermitaño decidió replantear su vida en una hoja, escribiendo punto por punto todas las mentiras, mientras por la ventana se veían las copas de los árboles sucumbir ante el más caliente y fuerte de los vientos. Cuando las asumiera como tales sería capaz de enterrarse y darse cuenta de su inmensa debilidad.
Era previsible, sabía que iba a ser así.
Le había tomado la leche el gato.
Ahora puede seguir viviendo derrotado por su propia estupidez, tratando de borrar esos miles de minutos derrochados con el codo.

Sobre...