Muerte súbita

Durante los cinco minutos que duró la conversación con Roberto fui sintiendo que mi cuerpo se hacía más pesado paulatinamente, como si algo me estuviera succionando la sangre.
Entonces llegó el momento en el que ya no podía descifrar lo que él me decía, que si bien era seguramente irrelevante, yo había estado haciendo un esfuerzo por escucharlo. Me hablaba de sus urgencias coronarias mientras prendía un cigarrillo, de una fiesta plagada de hippies, del Bolsón. No sabía cómo decirle que me estaba apagando, hasta que él, a través de su mirada clavada en la mía, pareció entender cómo era la situación. Supongo que mis ojos se blanquearon, porque dejé de verlo, y también dejé de escuchar. Él se paró súbitamente como para atraparme en la caída. Mis rodillas cedían, y ponía un pie atrás y otro atrás, tratando de no caer desplomado. También dejé de escuchar, sentía que me hablaba pero no podía decodificar nada, estaba hablando en un cerrado italiano.
"Sentate, sentate" - me dijo preocupado
Entonces di el último paso que tenía de crédito y llegué hasta su silla de plaza y me senté a su lado, dejándome caer.
Pero no podía soportar estar ahí inconsciente. Supuse que podría haber sido un golpe de calor. Nunca supe bien qué es eso, como tampoco supe qué era un calambre hasta que una vez me dio uno en el tobillo. La palabra más apropiada fonéticamente para eso había sido "calambre".
Entré caminando, no se cómo, mientras Roberto me gritaba desde lejos "Agua bien fría! Un vaso de agua!". Cerré la puerta de alguna manera y me desplomé en la cama, con la sensación de que en los próximos diez segundos podría vomitar mi vida.
 
El ventilador me despierta cuando el sol se proyecta finito sobre la pared del jardín y siento que mi cerebro pesa veinte o treinta gramos menos. No puedo hacer cálculos complicados, ni volver a organizar lo que tenía que hacer, ni entender bien qué estoy haciendo aquí.
Apenas recuerdo cómo me llamo y de dónde vengo. Viene a mí cabeza una canción que no me gusta y que hace mucho no escucho. Mi estructura neuronal se cae a pedazos, como un castillo de naipes.
 
Nadie sabe que casi me muero, podría gritar que nadie escuchará, y me encontrarán dentro de dos o tres días, pereciendo sobre el bidet.

Sobre...