Envuelto en llamas

Miré mis bolsillos. Restos de tierra, un papelito de un caramelo, una piedrita, unos centímetros de un extraño hilo. Un beso perdido. Unas disculpas que no supe pedir a tiempo.

El tiempo siempre es extraño, ajeno, enemigo. Siempre mis bolsillos tratan de contener el tiempo con recuerdos, con trocitos de la vida, de la calle, y es imposible, el tiempo se lleva todo. Mis bolsillos vacíos, los pétalos del tiempo (cada papelito, el hilo, la piedrita, la tierra, los besos, las caricias), caen a una acequia y miro despeinado el entorno. Ojeras que duelen, ojos que se cierran solos, sin que nadie llame, sin que nadie toque, sin que nadie diga absolutamente nada.

Extraños abismos. Tratar, tratar, tratar, el tiempo como granos de arena, tratar y el tiempo se aleja, o nos alejamos, o nos ahogamos en él. Tengo sed de tiempo. Tengo sed de disculpas. Tengo sed de abrazos y tiempos paralelos.

Trato de tejer una vida normal, con sus pro, contras, desafíos, errores, valores. Perdí un par de hilos, uno en mi bolsillo, ahora navegando en el agua de la acequia.
Muchos hilos los perdí anoche, muchos hilos los perdí hace un rato. Mi vida es una tela desgarrada. Tantos hilos flotando, uno en un árbol, hilachas. Muchos en tus manos, muchos cerca de tus labios, muchos en mis lágrimas, en tus lágrimas.

Un retazo completo en la despedida, más temprano. Me alejé con un hueco en el medio del pecho. Fui capaz de mirarte a través de él, mientras me alejaba, envuelto en llamas.

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