de Todo a Nada : Alicia 1

Miré las estrellas más temprano. Tuve que esquivar la ropa tendida, tuve que correrla con mis manos, y mis mechones de pelo también, con la otra mano, mientras me agachaba y miraba para arriba, como en una posición semi fetal, y al final, esquivando ropas y techos pude ver las estrellas, o un puñadito de ellas, o un manojo random de luces intermitentes allá arriba.

Quise estirar un poco más el brazo, pero no lo logré. Estaba aferrado a la columna de la casa, la luz de la habitación proyectándose sobre las baldosas mojadas del patio, las gotitas que chorrean de las prendas recién lavadas. La noche transporta todo ese aire, todo ese aroma, todas esas imágenes, que como semillas se posan en nuestra mente y crecen en forma de plantas, en mi caso plantas acuáticas, que viven dentro de mi masa cerebral, aunque también las he saboreado en mi paladar, en mi lengua y debajo de ella.

Todas las sensaciones de la noche reponsando en mi cuerpo. Más temprano me sentí con la arrogancia de Alicia en el país de las Maravillas. Salí corriendo y me perdí en la ciudad. Traté de atrapar al conejo blanco, pero se escapó. Quise preguntarle si no estaba cansado de huir, cansado de ser perseguido, si no estaba cansado de que yo me canse.

Miré las estrellas de nuevo, el tiempo es una navaja que corta todo en dos, todas las secuencias, todas las vivencias, y las baraja con maestría, creando un caos mental asombroso. Estuve al borde de la locura, o al menos al borde de lo que yo creo que es locura. Miro a las estrellas, respiro profundamente, largo el aire y antes de cerrar la puerta me prometo una vida mucho mejor.

Es tiempo de escribir.

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