Ecos


Ecos del mar, de la playa. Cruzan la montaña y me llaman, voces llenas de eses y sales y rocas mojadas me tironean de los hombros, me despeinan, me hacen tropezar en la ciudad, arrancan mi vista hacia el Oeste lejano y me ato a una silla, y mi alma germina y los ecos siguen y entran en mis oídos y alimentan finos tallos, hojas que se desenvuelven en mi interior y asoman por mis poros, como otoños, no veranos, no primaveras, otoños atados a mis muñecas, lastimando con sus amarillos.

Y los ecos siguen en dirección a mi estómago y retumban, el océano lejos, llama, implora, el piso se sacude, el aire se atasca en mi pecho y no puede salir. Los tallos crecen y suben por mis pies, por mis brazos, y se enrulan en mi cabeza.

Traslado entonces mi silla imaginaria hacia la playa imaginaria, y la trabo sobre la arena opaca. Descalzo hundo los pies y tiemblo. Los granos, como si nada. Los tallos estiran sus raíces a ciegas y se unen a la arena y la sal, y por fin anclo mi corazón, mis raíces, mi cuerpo, para siempre.

Sobre...