Esto lo escribio Nicolás:

Cuando uno pretende dormirse, es cuando los sueños comienzan a esparcirse por el inconsciente como estrellas delante de un negro manto, como luciérnagas plateadas en un jardín eterno, como perlas en un océano azul.
Los sueños desean ser tomados, tragados por nuestra mente, mientras nuestros ojos comienzan a dejarse llevar por las calmas aguas de Oniria.
Y entonces, cuando los sueños se apiñan en nuestra mente, el río calmo termina, y a continuación existe una cascada infinita, y la espuma del agua se convierte en nubes azules y doradas: Y antes de caer hacia el vacío, descubrimos que flotamos. Somos una nube más, una nube dorada, o roja, púrpura tal vez. Y así cruzamos por los cielos la ciudad de los sueños, donde todas las maravillas fluyen por las acequias, y las calles de cristal reflejan nuestro pasar, y reflejan el de las nubes que nos rodean.
Algunas nubes, algunos dichosos, como plumas de aves, comienzan un suave descenso hacia la ciudad de cristal. Otros quedan varados en la cumbre de alguna montaña. Los demás siguen la vuelta por el mundo de los sueños, una vuelta que empieza y sólo termina cuando, como la pluma de un ave venida de dorados días y de cálidos vientos, descendemos lentamente, mientras vemos como se acerca el cristal pulido, mientras nuestras nubes compañeras se alejan.

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