Taranoia

Hoy, y tal vez sólo por hoy, tengo la impresión de que cualquier cosa que te propongas, cualquier idea a la que se la mire desde todos los ángulos con absoluta insistencia y perseverancia en la búsqueda de su perfección no tiene otro destino que el de la realidad.

La televisión bombardea imágenes.
Las imágenes no hacen pensar.
No pensar produce estupidez.
La estupidez produce incertidumbre.
La incertidumbre da miedo.
El miedo busca soluciones.
Las soluciones están en la televisión.

Quitaron la puerta del edificio, una cálida puerta de madera que, posteriormente a ser pintada color mierda, fue removida por razones incomprensibles y reemplazada por una reja de hierro negro, propia del pabellón número 5 del penal de Boulogne Sur Mer, atornillada a las aberturas de madera que quedaron de la puerta anterior, como si un hombre sediento por la riqueza ajena no pudiera vencer tal obstáculo.
La señora del 31 me vio anodadado por tal aberración y antes de que yo emita conclusión alguna me dijo con gran sabiduría:

- La estética no importa. Lo que importa es la seguridad, m´hijo.
- ¿Qué seguridad?
- ¿No vio el noticiero?

La señora pide a gritos una cámara, un RFID y una central de telecomunicaciones dispuesta a entregarle al instante la identidad de los millones de malhechores que están al acecho de sus pertenencias, su tesoros más preciados, sin importarle quién esté a cargo. Sus cosas valen el dinero de toda una vida, del trabajo, del tiempo del trabajo. Ya sin sus cosas, todo ese trabajo habrá sido tiempo perdido. Toda la vida son esas cosas, y sin ellas, su vida ya no tendrá sentido, al menos de modo retroactivo. Ya no queda madera, ya no quedan plantas. Ese patio es puro cemento. Tal vez la maten por esas cosas, al salir de la verdulería, para robarle 20 pesos, dos atados de acelga y un kilo de camotes diseñados genéticamente para resistir al agente naranja que ataca la maleza. Señora: yo no veo el noticiero.

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