Mosaico


A veces la mañana es como una bomba atómica que nunca va a explotar. Se abren las pantallas y se cierra, horas después sale el sol, alguien se ríe por ahí.
El monitor escanea, pasa, el puntero gira, va y viene. Y así me alterno, inmutable y ansioso entre una y otra cosa. La oficina, yo, la oscuridad y el sol de unas horas después.

La mesa es un universo, el delirio un oasis. Es el último día aquí hasta vaya a saber cuándo.

Fue entonces que al apuntar la cámara hacia el mismo monitor, la física y la óptica se inventaron un cuadro de Escher en un pequeño cuadrante, un minuto surrealista en la mañana que aún perdura cuando ya parecen ser buenas tardes.

Y no pude evitar intercalar autorretratos.

Sobre...