Más al verano.

Las noches comienzan a enfriarse, y se apilan contra las paredes como hojas otoñales.

Cada suspiro se eleva como una torre incierta, árbol desnudo y mohoso que trepa hacia el cielo, tartamudeando vapores que se estiran y se amasan y como algodón se deshacen en hilachas hacia el techo.

Espectros de veranos que tiritan contra la ventana, raspando el vidrio, pidiendo salir, las estaciones educadas, una detrás de la otra en fila y con una distancia coreografiada, lluvias que se guardan en un frasco para salir en otro tiempo.

Odas a todo lo que crece por estas latitudes, el espacio nos resigna o regala un pedazo de tiempo para hacerlo migajas y alimentarnos como más nos convenga.

Cada recuerdo tuyo es una foto que anudo a otra y uso de manta, aunque los pies quedan expuestos al aire, y tengo la sensación de que si te hubieras demorado un tiempo más en mi vida, esta noche dormiría sin frío, sin tener que escribir esto, sin tener que masajear mis manos y mis pies indefinidamente, mientras los fantasmas veraniegos huyen de la casa y repiten tu nombre, y adormecen la ciudad con tu perfume.

Sobre...