¡Hasta nunca! me dije y me desajusté la corbata. Caminaba por una calle empecinada en bajar, bajar, como una panza en decadencia, tropezando con pies borrachos sobre protuberancias del suelo. Imágenes sólo en blanco y negro, día ausente de sol, de cielo, a lo sumo un color pleno arriba, un negro al 20%, puede que a veces al 30%. Tapé el gris que llegaba como navajazos a mis ojos. La corbata rayada, flotando en el viento, enganchándose en un semáforo, qué se yo.

La verdad, en momentos como este, mejor seguir rodando por la pendiente hasta la próxima piedra, la próxima protuberancia, rogando que sea letal.

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