Tempranillo

Dos ideas se me cruzan: paraíso descubierto / beneficio económico. Madrugué con los soplidos del otoño trepando a la cama. Rasqué la nuca ahí donde se ve todavía colorada, alguna costumbre, una forma de encender el motor, así como empujar y refregar los ojos es un método de limpieza del parabrisas.

El piso es de hueso, y está helado, los primeros dos pasos son inseguros y hacen tambalear mi cuerpo, como una resaca de nanosegundos que se evapora cuando la mente encuentra lo lógico de la vida.

Las escarchas se funden con brillos espasmódicos de un sol agonizante. Miro por la ventana, y entre raquítica reja y reja, asomo mi mente a tus ojos perdidos. El yeso de la pared susurra y el polvo cae al piso, lentamente, y mis pies apretados, apiñados, confundidos entre el invierno que repta ojerosamente por el suelo, amaneceres que no pertenecen a este mundo, hojas que huyen de los nudillos de los árboles, hojas sueltas que flotan sin vida y descansan para siempre en mi patio.

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