finally mi hermano se casó. Lindo. Envejecemos. Me tuve que ir del asado a la 1 am porque no daba más. Golpes en el pecho como mil simios dándome una paliza sin saber muy bien de qué se trata, sin saber muy bien por qué.

También ahora es la cabeza un receptáculo de dolor agudo. El péndulo sobre nuestras almas. Debí decirte, arrodillarme y pedirte cosas que no podías cumplir, que no era justo que cumplieras, porque la vida no es tan fácil, tan cómoda.

Ahora me siento acá, tranquilo. Hace frío, prometo llevarte un abrigo y una flor. Te esperaré sentado durante el tiempo que sea necesario, mientras la gente de Terminal pasa de un lado a otro, blureada con el fondo del día, nublado seguramente, frío, un café que no voy a poder pagarte, de eso se trata a veces, nos perdemos por ahí, nos perdemos en escalas sociales, en trabajos mal pagados, en carreras sin terminar, en amores gigantescos, demasiado grandes para hablar con alguien, sólo con vos.

Pese a todo, y ya llevando más de una semana con este dolor que es una piedra en el pecho haciendo presión, trataré de dormir y soñar con las cosas que solía soñar, despertar a horarios convenientes, o al menos prudentes, tomar té chino a la forma japonesa y descansar un rato sobre tus hombros, el tesoro más entrañable que tengo, bah, espero tener, ya no sé, todo es confuso, todo se blurea sobre el fondo gris de este día otoñal, de esta seguidilla de días otoñales que se toman de sus abrigos y salen todos juntos, como muñequitos de papel hechos con tijera, muñecos de tiras de diarios viejos, pasados que caen de nuevo, como fichas, y yo que no creo ser capaz de dormir, pero por si acaso, eso está bien, te extraño más de la cuenta.

Perdones a quienes querían que me quedara esta noche. A la 1:00 am abandoné el casamiento de mi hermano. No pude ver más gente. No pude ocultar mi dolor. Manchi dice que sí, que tal vez pastillas quiten mi problema de la vista.

Los psicólogos y los psiquiatras de Mendoza, dice, son una mierda. Sin saber del tema, I agree.

Ahora desaparezco.