día de los enanos morados

Chocolates, flores, cartas, mensajes de texto, mails, tarjetas virtuales, joyas, anillos, diamantes, promesas de cruceros, hijos que caen por la borda sin querer, que ingresan como un regalo de papá noel por la chimenea del útero a sus hogares. El día de los enamorados, una porción de tarta de manzanas en el parque, una coca en una esquina, una cerveza en un antro, un dos por uno en el cine, un bon o bon derretido, chocolates, flores, cartas, mensajes de texto, y la incomparable soledad de quien las manda, de quien las ve irse para no volver. Una montaña y todas las cosas surcándola, una danza de regalos y promesas y sonrisas que están lejos de ser sonrisas, porque para qué sonreir, si los dulces y los regalos lo harán por nosotros, para qué una caricia si no es cara, si no se puede comprar. Para qué extrañar si los recuerdos, los verdaderos recuerdos no vienen envueltos en celofán.

Nada como pensar en enanos morados que se pegan y se moretean más aún, mientras todo alrededor es miel y dulces y nubes y esponja y papelitos picados, mientras todo es sexo en un auto apagado o sonrisas detrás de un plato de milanesas. El día de los enamorados y me levanté con un dolor en el estómago no apto para chocolates, bebidas, gaseosas, comidas preparadas, y tal vez ni siquiera sexo exótico. Un día para mirar un partido de ajedrez desde la cama, las cortinas ondeando y una que otra sonrisa flotando, esas que no cuestan plata, esas que no te comen el sueldo.

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