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Cierro las persianas. Hasta el próximo nuevo día. Me espera llegar a mi casa y dormir toda una vida. Lentamente me hago invisible, fantasmal. Sé que voy a terminar siendo invisible a los demás. Más que ignorado. Mucho más. La jornada laboral es una aplanadora que me hace crujir los huesos. Espero el colectivo como quien espera al final de todo, la luz al final del túnel. El reloj digital del monitor estuvo particularmente quieto. El sol aferrado con uñas y dientes a las montañas, no quiere ahogarse en el mar. Inevitable. El aire me deja un aroma a nosequé durmiendo cerca de mi nariz. Todo, todo, incluso la música, me dan un nosequé. Tengo que dormir y olvidarme de todo, todo.

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