VOLAR

Anoche soñé, como tantas otras veces, que volaba. Esta vez, sin embargo, la sensación fue la más real. De hecho, los últimos sueños han sido profunda y confusamente reales. En este sueño, comenzaba a desplazarme desde la ventana de un edificio medieval hasta la ventana siguiente, tomado de una pelota de playa, pataleando en el aire, como si nadara en el viento. El vacío entre un edificio y el otro era azul claro, hasta el infinito.

Comencé a patalear como un niño, y llegué pronto a la otra orilla, donde me esperaban personas conocidas. Luego, con un poco de miedo intenté cruzar el vacío sin ayuda de la pelota plástica.
Como si se tratara de agua y yo de un mal nadador, comencé a patalear y a hundirme, y la ventana estaba cada vez más arriba.

De pronto recordé la fórmula que me eleva por los cielos en todos esos sueños: el volar con la mente.
Así es que me concentré y comencé efectivamente a subir, hasta que fui casi un niño perdido de Peter Pan.

El escenario mutó entonces, con esa fragilidad digna de los sueños, con ese cambio de acuarelas, de pinceladas, y esta vez me encontraba volando con otras personas bajo un cielo abierto, despejado.
Abajo yacían bestias prehistóricas, volcanes, vegetación exótica.

Sin mucha importancia rodé sobre mi cuerpo y como un tornillo penetré una nube baja. En el instante aparecí sobre otro cuadro, distinto al anterior. El piso, esta vez, era un espejo de agua, apenas verde, sobre el cual se levantaba una pequeña ciudad china o japonesa, inundada. Varias personas arrastraban el ganado, otras habían improvisado casas y pequeños muelles con palos y ramas. Nosotros flotábamos y volábamos a toda velocidad entre los pasmados habitantes. Descubrí que estaba descalzo, y perdí la concetración. Casi caí al piso de agua. Recobré el coraje, miré el cielo y el verde, me concentré nuevamente y seguí volando, cada vez más rápido, con la punta de los dedos rozando el agua, deformando el reflejo del espejo. Supongo ahora, mientras trato de inmortalizar el sueño en este post, que ese espejo era el de la realidad. De hecho, apenas comencé a hundir mis pies en el agua, ésta se transformó en cemento, lo que me produjo un leve dolor, y ese cemento fue pronto un boulevard, y unos postes con cables, y unos autos, y gente en bicicletas. El cielo grisaceo, y el despertar en mi cama, de nuevo.

Sin ese sueño no se si volveré a ser feliz.

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