Mercado

El mercado es más fuerte que cualquier religión. Nuestras vidas tienen un pequeño márgen de movimiento dentro de toda una estructura creada por los productos y sus valores económicos y simbólicos. Nuestro lenguaje está impregnado del producto. Hemos sido criados para ser estrellas de televisión.
 
Nuestros ciclos de vida son efímeros ciclos de producto. Hoy entro a este mercado, estoy en góndola equis cantidad de tiempo, me usan, me apago, me desechan, me reciclo, me distribuyen, vuelvo a góndola.
 
Por qué peleamos?
Peleamos por estar en góndola, bien posicionados. Somos productos de clase y competimos. Ésta comportamiento de mercado que rige nuestras vidas implica una competencia social constante. Aquel producto que puja por el mismo nicho debe ser aniquilado. No importan las herramientas, los medios. No importan las razones de mi presencia ahí. No hay reglas. El objetivo final es un rédito a corto plazo, no importa más nada. Simplemente aquel, por ser aquel y estar en mi góndola, es una amenaza para mi existencia. Nos armamos de alianzas estratégicas para destruir al otro. Alianzas pasajeras que se convertirán en olvido una vez completado nuestro ciclo.
 
En qué creemos?
Creemos en el mercado, a ultranza, más que en cualquier otra cosa. Hablamos de productos, hablamos de trabajo, trabajamos, comemos comida prefabricada. Todo lo concreto y lo abstracto se compra y se vende. Por lo tanto, lo que es nuestro y propio del ser humano, se convierte inevitablemente en cosa. Los valores que rigen nuestro comportamiento individual y social son bienes enajenables, adaptables a las circunstancias, mimetizables. Y éstos valores se aplican sólo particularmente a hechos concretos y aislados, inconexos.
Un producto se vende o no se vende, y los conocimientos que emanan de estas situaciones de mercado forman una estructura aplicable a ese producto.
El mundo cambia y el mercado cambia, y esa estructura se derrumba y vuelve a surgir con una nueva formulación.
Nuestra escala de valores no es la causa, sino el efecto de nuestros actos. Todo lo que creemos se construye sobre nosotros en base a un doble-pensar empírico e insustancial.
 
Hay productos buenos?
Las personas, como los productos, se posicionan socialmente en base a sus virtudes, directas o indirectas. Éstas virtudes son cambiantes, porque su posición es cambiante.
El producto es bueno en tanto satisface una necesidad concreta, real o ficticia.
Así, las personas juegan roles específicos en su interacción, satisfaciendo unas necesidades y descuidando otras. Esa ansiedad que provoca la necesidad nos hace movernos de un lugar a otro, una y otra vez, tratando de satisfacer nuevas necesidades.
De la misma manera que quedan muy pocos productos que perduran en el tiempo, las personas son buenas o malas según su desempeño en una circunstancia determinada, en circunstancias determinadas, sin atender a ningún otro factor. Las personas se consiguen, se usan, se desechan, se reciclan.
 
El relativismo se ha instaurado en nuestras vidas a un nivel escalofriante.
Somos los seres más individualistas que ha conocido la historia humana.
Rearmamos nuestra vida como una heladera de cocina, todos los días.
Nihilistas y hedonistas: bombas de crema a punto de ser aplastadas abruptamente.
 
Temo por el futuro de esta sociedad, por una juventud light que vive en el ahora, en el carpe-diem absoluto, parada sobre un puente de arena y saltando sin parar, escupiendo para arriba y hablando de moda mientras la muerte, la miseria y la degradación se escurren entre nosotros. Y qué hacemos? Damos vuelta la cara, nos olvidamos, y entonces nos sumergimos en la pelotudez absoluta, con total impunidad. Tengo miedo, esto va a explotar.
 
Cómo empezamos? 
Más sensibilidad y menos sensiblería.
Recién cuando tengamos una cosmovisión sensible podremos empezar a entendernos.
 

Sobre...