Matrona (mamushka)

Desperté terriblemente mareado. La oscuridad de afuera se filtraba por la persiana de lata. Noche gris. El piso se tambaleaba, el pasillo se convertía en el estómago de un gusano agonizante, y giraba en anillos de calor y frío. Intenso. Las sábanas mordían mis tobillos, se aferraban a mis pies. Imposible abandonar la cama. El mundo rotaba, los días eran nanosegundos, y sentí la aceleración, el vértigo.
Estaba atrapado.

¿Qué había comido? ¿Quién estaba dentro mío, vengándose, clavando el puñal en las tripas? En la escala alimenticia de este lugar, ¿dónde estaba yo? ¿Quién venía abajo, quién arriba? ¿Quién era mi depredador? ¿Eramos (somos) acaso una especie de mamushka, uno dentro del otro, a medio digerir? ¿Es necesario tragarnos al de abajo, para que al de arriba le sea más difícil digerirnos? Eso justifica todo, incluso el mareo? La satisfacción de no estar totalmente abajo. La alegría del caviar que jugará en las bocas de la sangre azul.

Entonces voy a buscar a otra víctima, mareado, tambaleándome por el pasillo. Alguien de casta menor. Alguien de abajo. Alguien que me deje tumbado, y que a vos te deje terriblemente mareada.

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