Antena

El humo del cigarrillo comprime este ambiente y lo hace duro. Busco entre los cajones alguna carta, algún indicio. Me he acostumbrado al olor a madera, al olor a viejo.
Estoy aquí sentado y me siento mal. La antena a cincuenta metros emite esa radiación que está provocándome un aneurisma.
He repasado una y otra vez mis errores y mis aciertos, escribiéndolos con un lápiz sobre cartulinas escolares, y encuentro algunas manchas dignas de olvido.
Tomo café, escucho un cuarteto de cuerdas, recibo gente en casa, levanto los brazos, me froto la nuca. Es la antena, la radiación, las ondas: no me dejan vivir.
Tengo que saltar ese alambrado, con un hacha en mano y derribar la antena, antes de que el tumor en mi cabeza se expanda y las metástasis invadan mi cráneo. Hachar bien abajo, con fuerza, que caiga sobre el vecindario, que sucumban las comunicaciones.
Suena el celular: es mi amor diciendo que me ama más cuando uso camisa.
Inmediatamente siento mis ojos taparse de una fina capa lagrimal y olvido en qué estaba.

Sobre...