Cómo es la casa

El living tiene olor a cera y a sahumerio. La cocina muta sus olores, y a veces se cuelan por la ventana del living y le suman un poco de salsa o tostadas al living. La «pieza de Van Gogh» tiene olor a toalla húmeda, pantalón viejo y philip morris.

La música es transversal, nace en un vinilo frente al piano e invade la cocina. De mi pieza a veces sale música, a veces alguna reflexión de Dolina o Víctor Hugo. A la noche siempre hay películas o series, generalmente buenas (a mi modo de ver la pantalla). Pero como las veo tarde siempre me quedo dormido y las termino viendo en 3 o 4 veces, lo cual es una aberración y desacredita cualquier juicio estético o narrativo que pueda hacer.

La biblioteca está toda llena de libros de filosofía; a algunos me les animé y, aún sin entender mucho, los disfruté.

Y siempre está el piano, el disco, el ipod, el teclado, la viola.


Ahora vivo y laburo acá, en esta casa que está en Buenos Aires pero podría estar en Formosa o en Ciudad del Cabo o en Manchester y en un alto porcentaje da igual. Y estoy todo el día acá adentro y hace meses que no viene nadie. Y estoy pensando el mundo desde acá. Se podría decir que estoy preso de las construcciones discursivas que encuentro, porque leo varios diarios y blogs; miro muy poca televisión. Ya casi no hablo personalmente con nadie más que con mi compañero de departamento. Las cuentas me dan que desde el viernes pasado a la noche que no hablo con gente, sacando un par de llamadas por teléfono y por internet. Hace 10 años 3 días sin contacto humano me parecieron terribles. Ahora ya casi ni me doy cuenta que tengo que ponerme a contar los días para saber desde cuándo estoy en «ermitaño mode=on»

Y por eso me dispuse a escribir algo, lo que sea. De repente temí la extinción de la palabra escrita, de la frase armada, pensada, plasmada.

Está todo acá: mi trabajo, mis hobbies, mis proyectos y mis sueños están adentro de mi casa. No necesito ir muy lejos, podría hacerlo todo desde acá. Incluso cambiar el mundo.

Sobre...