Ideas inconscientemente conexas y variopintas

Ya casi no toco el suelo o no me acerco a la vereda, porque los perros del barrio, esos perros de aspecto irritante, representan toda una idiosincrasia huérfana y absurda. Me exceden las preocupaciones y los juicios sobre la condición humana como para soportar una arenga de cacerolazo o un comentario aparentemente inocuo pero cargado de una herencia fascista impermeable venido de una vieja serial salida del manicura. Todas estas sensibilidades tienen poca retroalimentación.

Recuerdo un día en el patio cubierto del colegio pegándole una patada intolerante a un compañero. La vibración negativa se proyecta y sube los peldaños del caos, se convierte en un resentimiento, en un puñetazo, en un sueldo de hambre, en una expropiación injusta, en una topadora derribando una huerta orgánica.

Recuerdo a una niña jugando sola con una pequeña pelota de goma en un patio gigante, su nombre, sus prendas. Recuerdo cómo se llamaba, no recuerdo que no le dije palabra alguna. Recuerdo que ese instante es el papel carbónico de mil setescientos instantes. Recuerdo que ese nombre es la matriz de seiscientos nombres, de seiscientas mujeres, que en realidad son tres o cuatro.

Es sabido que no existen infinitas clases de mortales, es más bien que habrá unas setenta variedades, de las cuales uno se termina relacionando con unas diez variedades, aproximadamente. Es así que cada diez personas uno se vuelve a encontrar con lo mismo, si es que se pone muy sociable. Y en esas hay tres o cuatro minas, que son siempre las mismas, pero unas tienen el pelo llovido en los hombros, otras usan alpargatas, otras hablan en francés, pero en el fondo, es lo mismo: son de las que juegan con la pelotita mientras uno le pega patadas a los compañeritos.

Es por ahí donde encuentro algunas baches en lo que se dice que es la reencarnación, donde la esencia de uno sale de un cuerpo y va a parar a otro en un sentido cronológico histórico. Algunos creen que en vidas pasadas fueron Gandhi, Juana de Arco o el mismísimo Aristóteles, en general son personajes épicos. Nunca escuché a nadie decir que en otra vida fue una prostituta de Lyon víctima de la tuberculosis. El sentido del tiempo es netamente humano. Me divierte pensar que mis anteriores reencarnaciones son contemporáneas o están por venir, o que luego de esta vida me reencarnaré en Marcelo Bonelli y viviré una vida de obsecuencia como castigo por mis reiteradas ofensas al Señor.

La última idea es que, consecuencia de estas reencarnaciones anacrónicas, el presente no afecta solamente al futuro. Los actos presentes afectan el pasado, afectan la historia, afectan nuestra niñez. El pasado podría ser una proyección. El pasado se renueva y muta a cada paso.

Sobre...