1234567890

Por momentos la música se hace nueva y, al intentar un nuevo acorde, la armonía despliega sus alas y dice: "quiero volar". Como quien se enamora, como esos primeros roces, pero en un milisegundo. Puede la canción entonces trasladarnos hacia la impotencia total o la más sublime y novedosa satisfacción. Una vez encontrado uno de los caminos, la tarea debe seguir adelante, no dormirse con la foto de unos laureles en mano. Se sabe que una buena canción debe 2 minutos emotivos, no es un simple garabato. La idea se hace música, la música se hace carne y la circunstancia se convierte en recuerdo imborrable escrito en un audio, un papel o la misma memoria (si es que no falla). Muchas buenas ideas forman un abanico o un cadáver exquisito y solo tenemos algunas. Por detrás de las cinco líneas una sirena susurra la primera estrofa, que habla de otra sirena soprano que frecuenta bares marítimos, deslumbrando con su voz a piratas errantes y cantineros resignados. Los vocablos encajan formando un engranaje imposible de detener. Se registra la sesión, se guardan los pequeños cuadernos viejos, se calibra el ventilador. Se tira una nota al azar, unas negras al aire y unas corcheas obvias como para marcar el terreno y aclarar de qué estamos hablando. Nos entendemos, sería una pena dejarlo. La tarta deja escapar su aroma, el horno retiene mientras puede y la brisa que corre sur a norte nos trae la buena nueva.
Cenamos, bebemos y empezamos a tamizar experiencias, de lo que cada uno ha visto y ha sentido, ve y siente. Y dejando atrás la canción desnuda recordamos por qué no estamos solos.
 
 
 
 
 

Sobre...