Un tiempo en las afueras

Un tiempo en las afueras. Me pregunto cuánto falta. Mis zapatillas grises y mis pantalones grises y mi cuerpo también un poco gris, confusión total con el asfalto, un disfraz de poste de luz, aunque bien mirado es un disfraz de casilla de gas o de columna de casa de la cuarta sección, casa con rejas bajas y desvencijadas, herrumbre flotando y desapareciendo, hojas fantasmagóricas remolineando en un rincón.

Mi mente encajada de alguna forma dentro de ese ir y venir diario, saltando de un colectivo a otro, de un trabajo a otro, de una idea a la otra. Nada misterioso.

La gran revelación: todo el día alimentándome de cumplidos obtusos. La camisa arrugada, dormí sobre un libro y arrugué o doblé sus puntas. La almohada es de una comodidad ajena a los bordes afilados de las calles. Acurrucarse en un banco de una plaza, entre trabajo y trabajo, un almuerzo a base de reproches.

La sensación de que el mundo no se acabó el seis del seis del cero seis, sino mucho mucho antes.

Sobre...