LUNA

Se miró en las sombras como un astronauta sobre el cemento partido. De hecho, comenzó a moverse en cámara lenta, con cambios gravitatorios, con cambios atmosféricos, como si la ciudad de golpe fuera una luna invadida en 1969, como si ondearan por todos lados banderitas de Estados Unidos o de algún otro país o sustancia.

El sol bien podía ser el sol, no se le pedía más. Las personas, podían ser (¿no eran?) restos de alienígenas, extraterrestres, monstruos de películas blanco y negro, caminando sin importancia por el paisaje lunar, recorriendo en modalidad “turistas” el espacio y esa roca apedreada por otras rocas, esa lámpara trizada y abollada y pateada y sacudida y golpeada una y otra vez para dejar su rostro desencajado, abstracto.

En las sombras, que siempre doblan un poco hacia abajo, hacia el horizonte, se veía como un astronauta, un astronauta que en su materia demostraba una ignorancia olímpica, y sólo sus pasos, y sólo su casco o el reflejo, o la sombra de él, parecían apenas darle crédito a su título, un crédito que de por sí era bastante insustancial, de hecho muy insustancial y que se iba como un gramo de arena entre unas baldosas de plaza con el menor vientito, y ahí estaba, navegando, casi buceando el cemento, pisando con cuidado, lentamente, saltando en cámara lenta y rebotando y volviendo a saltar, como un yuyo en el desierto, abandonado a la soledad de la ciudad y a la ignorancia de sus habitantes pseudo-alienígenas.

El sol podía ser el sol, las estrellas podían ocuparse sólo de brillar con brillos presentes y pretéritos como estrellas, y la noche podía ser un cubrecama negro tapando la ciudad, pero la luna arriba, no podía ser la luna, tampoco la tierra, la verdad, y tampoco otra luna.

La luna podía ser un reflejo de esta luna, sólo si las estrellas eran un reflejo de otras estrellas y si el cielo negro era un lago negro, o un espejo capaz de reflejar todo lo de acá y colocarlo matemáticamente allá, donde entonces, deberían haber otros astronautas pisando suavecito o pesado, pero por lo menos elevándose suavecito del piso y volviendo a caer como una pelota playera, al cabo de un instante, para volver a saltar, mientras seguramente debería haber alienígenas, ciudadanos que ignoraban a los astronautas del cemento, personas que se trasladaban en círculos, o en cuadrados, sólo por las baldosas y tal vez por las sendas peatonales, dibujando, si se lo mirara desde arriba, cuadrados y tal vez rectángulos y trenzas cuadradas y tapices de ángulos rectos y paralelas y perpendiculares, como un circuito muy básico, como una carrera laberíntica donde ya todos habían olvidado qué es lo que tenían que hacer bien en ese lugar, como si todos hubieran olvidado que viajaron a la luna, o que, daba lo mismo, la luna viajó hacia ellos.

Sobre...