La armonía progresa como una maraña de cuerdas y tintineos, para derrotar la reverberación del último sueño. Así era, un sueño turbulento. Tenía el ojo roto, y cuando desperté, en verdad lo tenía. Tenía lágrimas en el otro ojo, y cuando desperté, en verdad las tenía.
El acorde menor dominante, dominio del pensamiento. El sonido icónico de la escala, un pegaso galopando por la peatonal, entre la gente, debo alcanzarlo.
Se cierran y se abren puertas, Hay puertas que parecían cerradas, pero nada es lo que parece.
 
La voz anuncia que el tren que parte hacia Saint Etienne. Tomo mi lugar junto a una ventanilla, sobre la derecha, con mi bolso sobre la falda. En la ventana puedo ver las luces de afuera y las luces de adentro, unas fijas, otras móviles, en una sola textura. Hierro, hierro, hierro, árbol, hierro, hombre, luz. Mapas, palabras, colores, diarios. Llego a la estación, entro a una cabina y por apenas unas monedas me llevo cuatro fotos en las que sobra espacio.
 

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