DOMINGO, AGAIN

Domingo, otra vez. El viento desciende de las alturas y borronea mi piel, la deshace, y mis huesos tiemblan y se quiebran en mil pedazos. Domingo y el viento que juguetea con mi pellejo entre los árboles, entre las copas verdes y las nubes blancas. Domingo y mi rostro turbado frente al mismo espejo de agua, frente al mismo desparramo de hojas otoñales.

Domingo, entonces, y los azulejos del baño giran y se transforman en teclas de piano que narran tu melodía. Domingo, así nomás, como si todo estuviera hecho del material de la casualidad, y mis rodillas tiemblan, y me doblego ante el calor marchitante. Domingo, entonces, para reposar la cabeza y no levantarme jamás. Domingo para entender tantas cosas, tanta información recorriendo el cuerpo. Domingo para sentirme agobiado y feliz y triste, todas las sensaciones comprimidas en los bolsillos, los cordones desatados levantando el polvo de la calle, y el sol de nuevo, el sol siempre, aún de noche, brillando un poco para cada uno de los dos. Domingo para zambullirme en recuerdos, para tratar de espiar un poco más tu sonrisa lejana, tu mirada fija en la pared. Domingo para desvanecerme por completo, en la nada, y reaparecer en el pasado frente a tu rostro.

Domingo, nuevamente, y esa idea de progreso, de viento de cambio, de avance, que me deshoja. Domingo y el viento me añeja en miles de otoños, y me deshago en crujientes hojas desparramadas al azar cerca de tus pies. Domingo y pierdo un zapato mientras corro desesperado hacia ningún lugar, lejos de todos. Domingo para quererte siempre, para no olvidarte nunca.

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