Desparramo tu perfume en el piso, soñoliento, casi sin querer, un poco a propósito. Dejo caerlo lentamente, miro los brillos cristalinos del frasco, los destellos de mañana soleada que emite, y cómo rueda por la alfombra luego, y cómo se vuelca lentamente, y cómo la alfombra se oscurece y cómo pronto la fragancia inunda mis sentidos, y me sumerjo en un extraño y conocido ritual mental, y mi vista se nubla y mis ojos lagrimean y casi veo como si estuviera dentro de ese frasco semi vacío, con destellos de sol estirados, como cuerdas de fuego, tensos, listos para cegarme.

El perfume es tan potente que estiro la mano en el aire para tratar de atraparlo, en vano, casi para poder de atraparte a vos, tan distante, tan efímera y tan presente. Sólo tu aroma volcado en la alfombra, mi nuevo sitio de descanso, y el vidrio roto de perfume que me asola, que me abandona, que dispara flechas de días de soles, de días a tu lado. Los destellos como mil caricias abandonadas, y entre el movimiento incierto del perfume cruzando el aire de la habitación escucho tus ecos, y veo tus ojos cristalinos, lejanos, ahogados en el pasado, embarcados eternamente al olvido.

Sobre...