Alguien escribió algo en la pared, pero fue borrado inmediatamente. Un trozo de carbón rodó por el suelo, e inmediatamente el sonido de un cuerpo pesado cayendo, el sonido de alguien vestido de blanco, del otro lado de la pared, cayendo al piso, lentamente, sin posibilidades de apoyar sus manos. Alguien del otro lado trata de decirme algo, alguien escribe algo pero se borra, tal vez con el viento, con el tiempo, con alguna mano ajena, se borra.

Algo atrás, o adelante, nunca lo supe, nunca lo sabré, se escribe y se borra incesantemente. Algo detrás de mi delante ejecuta movimientos de su muñeca, sostiene un pedazo de negro carbón y rayonea, como si el sonido del rozar de la madera chamuscada contra la pared blanca contara historias, escupiera ideas, apenas audibles, como el viento que se filtra por la ventana, el silbido estremecedor de noches de penumbra, dìas de penumbra.

Alguien toma un hueso y lo roe en una esquina, alguien mastica una suela y escupe, asqueado. Alguien aúlla en la noche, alguien despierta gritando, de su sueño a la pesadilla. Alguien rayonea del otro lado de la pared. A veces creo escuchar un “ayuda“ que no termina de cerrar, de aclararse. Alguien, después de todo, trata de escapar, y los disparos son muchos y el sonido de los pies descalzos por el pasillo terminan rotundamente, como el final apresurado pero predecible e inevitable de una obra, un trombón que retumba y un gong que suena en la cabeza de todos. Luego ese chirriar por el pasillo de la piel desnuda, ensangrentada, arrastrada lentamente, mientras los captores silban y escupen y braman, y mientras nosotros nos acurrucamos, mientras el del otro lado de la pared me dice algo con un trozo de carbón, pero imposible interpretarlo, al tiempo en que cae rodando también, y se hace un gran silencio, y el tiempo se estira como una goma, como un elástico, y cada poro de tiempo se llena de silencio puro, salvo el suave rozar de ropas cayendo al suelo, el sordo eco del carbón rodando, y esa sensación de estar atrapado, perdido, para siempre.

Alguien escribió algo en la pared, y tal vez aún pueda leerlo. Con las uñas comienzo a cavar el yeso y el ladrillo. Los dedos sangran, y escucho de lejos pero inevitables, de a poco, lentamente, como quien se sabe vencedor, el sonido de botas por el pasillo.

Sobre...