Casa de azúcar

Ahí se alza, justo donde muere mi calle, la casa blanca,gigante, de azúcar.Una casa tan grande sólo liderada por un gnomoide. Toda mi infancia soñé con atravesar sus puertas gruesas, pero el gnomiode supo criar canes gigantes, oscuros, robustos. Apenas una vez estuve en su vereda, con mi espada de madera desenvainada. Una vez enfrenté al Dogo en el ex baldío aledaño a su mansión.Tuve mucho miedo. Jamás fui capaz de mirar siquiera por el ojo de la cerradura. Nunca asomé la nariz cuando se abrió la puerta. Alguna vez vi a lo que se suponía debía ser una doncella hermosa en el piso superior, entre cortinas y telas translúcidas.

Hoy, después de 15 años, lo vi de nuevo al gnomoide, desde una altura de tres cabezas por encima de la suya. Nunca aprendí su nombre. Aventuro un Raúl o Pepe. Pasó por mi vereda, caminando, disminuído, cansado, rumbo a su casa de azúcar, en la esquina, brillando al sol de la mañana. Vi el manojo de llaves en su bolsillo. Creí adivinar la llave que abrría la celda de la doncella en el primer piso. Pero habían pasado 15 años. Abandoné la calle medieval y el castillo de azúcar para internarme en este ciber.

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