A podar alfombras

La chispa enciende el fuego cuando mis manos obedecen natural e instantáneamente a la idea. Y aún cuando uno atine a deslizar elogios sobre la obra, aún así la creación suele parecerme abominable. A pesar de eso puede trascender, puede perdurar, puede ser incisiva. Hay una capacidad de producir bienes diferenciales, está en el aire, está en cada café que nos tomamos. Y todo el premio debería ser la absoluta pureza y sensibilidad de una sonrisa: la sonrisa de lo nuevo.
No hay que dar más vueltas, hay que empacar y salir a soltar mil ratones en las calles. Hay que quitarle las pelucas a esos viejos pelados. Hay que manchar con mostaza sus trajes y podarle las alfombras.
Poner todas las cartas sobre la mesa, que no son pocas y rehacer y repensar todo. Y que no nos importe nada más que sitiar esta ciudad a gritos pelados.
Yo quiero reventar esta ciudad a gritos silenciosos y quien quiera oir que oiga.

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