ludovico

¿Y ahora qué pasa, eh?
 
Desde la grava, en la entrada al hogar, pude ver las luces cálidas de la planta baja. Ya estuve aquí, pero tal vez ellos no me recuerden. Porque ahora soy un nuevo hombre, un hombre que ya no tiene nada y que no puede decidir: lo malo me sacude.
 
Así fue como me condicionaron, con impulsos eléctricos de culpa, culpa de alto voltaje. Vi la violencia y me sentí asqueado, vi los ojos de un niño desvidriarse. Vi que todo lo que había hecho era una pila de basura. Mis compañeros ya no estaban, y no tenía a nadie más que a mí mismo.
 
Golpeé por dos y vi su ceño fruncido al entreabrir la puerta, ante la duda que provoca un visitante inesperado. Necesitaba su techo. ¿Y qué importa todo el mal que les había inflingido? Las cosas habían cambiado, y no se le niega el calor del hogar a un buenhombre que se ha arrepentido. Pero no me reconocieron. Ese era yo, en el mismo living de hace años, a punto de pedir piedad. A punto de pedir unas sábanas y unas frazadas. Él no recuerda mis facciones, pero bastó escuchar mi voz para resentirse, para volver a sufrir. ¿Quién me tendrá piedad? Ese no era el mundo que solía gobernar.
 
¿Y ahora qué pasa, eh?

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