500

500 tiros en la cabeza. 500 veces de pensar lo mismo, y otras 500 para recordar que lo pensamos y así hasta la enfermiza y automedicada mediocridad nocturna. El caminante que a veces da 500 pasos y tiene que retroceder 501. El que te levanta las baldosas y te manchás con el barro de la lluvia de la única nube que te envuelve sólo a vos. La incómoda situación del teclado del ciber que no responde, lo patético del que se despereza y descascara tratando de taclear al caminante. Lo vemos fracasar en el post NºXX y en el Nº XXXX, infinitamente. El recurso del que no cree en más de lo que le contaron una vez. El que se cree que siendo rugbier se levanta a todas las minas, y te taclea a morir.

500 palabras para decir todo lo que hay para decir, y para casi casi no decir nada. 500 parpadeos de monitor y el imbécil que sólo capta uno, dos. El imbécil que desde un cable de alta tensión le apunta al caminante una y otra vez, como una torcaza con gripe aviar, y le escapa, y las manchas blancas y verdes en las baldosas se lavan rápido con la lluvia que nos proteje de la bondad del mundo ajeno.

500 post para ponerle un número, para decir algo, para casi casi llenar el hueco del post Nº 500. El árbol que tapa el bosque, donde el hombre paloma se refugia y espera al caminante, justo cerca del linde, mientras la nube azul o gris, qué importa, chorrea su frente, sus mocasines ciruela y sus ganas de decir algo, lo que sea.

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